El rol de las mujeres jóvenes afropanameñas en la construcción política, social y cultural

Ponencia realizada durante el Congreso IMUP en conmemoración a los 100 años del Primer Congreso Nacional Feminista. Panamá, 20 de septiembre de 2023.

Históricamente, las mujeres afrodescendientes hemos asumido el trabajo reproductivo y productivo en nuestras sociedades, no solo como madres y cuidadoras, sino también como profesionales, formadoras de naciones y cosmovisiones culturales.

A esta congregación de hermanas negras con conocimiento y saberes, en Estados Unidos le llaman «Black Sisterhood»; nosotras le llamamos sororidad o hermandad. De acuerdo con la afrofeminista bell hooks:

«….existen dos formas de sororidad. La primera es una afirmación vacía, a menudo represiva e hipócrita, por parte del feminismo hegemónico, que indica que todas las mujeres son hermanas debido a su opresión común. La diversidad de las mujeres en términos de raza, clase, etnia y orientación sexual desmiente esta afirmación. Pero existe una segunda forma de hermandad que se basa en la solidaridad entre mujeres diversas. La solidaridad se construye a través de un trabajo político duro y continuado: confrontar conflictos, encontrar intereses y objetivos comunes y oponerse a la opresión sexista en todas sus formas.»

Con esta premisa, las juventudes afrofeministas de Panamá reivindicamos esta hermandad, esta sororidad que nace desde un activismo estético. Iniciamos descolonizando nuestros cuerpos, rompiendo con los cánones de belleza que no representan nuestra plurietnicidad corporal ni el reconocimiento afrodiaspórico de nuestras identidades, para luego deconstruir nuestras mentes para vencer con esa asimilación cultural opresora.

Fue en el año 2016 cuando las mujeres jóvenes afrodescendientes entendimos la importancia de crear nuestros propios espacios de diálogo para hablar de nuestros cuerpos como un acto de existencia, resistencia y resiliencia, donde lo personal se vuelve político y se convierte en una herramienta para la descolonización. A través de espacios como Afropicnic (luego Melanin Summer Fest), en la cual, entre el 2017 y 2020, participaron más de mil mujeres que le dijeron sí al activismo estético, sí a los espacios creados por, para y con mujeres afrodescendientes.

El lenguaje de descolonización, a través del cabello natural afro, fue el inicio de convertirnos en sujetas políticas. Comprendimos que el cabello es sólo la punta del iceberg de las violencias y desigualdades sociales que vivimos constantemente las mujeres negras en Panamá y entendimos que necesitamos involucrarnos en océanos profundos para romper con creencias racistas y discriminatorias insertadas en nuestra casa, en Améfrica Ladina, denominado así por la filósofa brasileña Lélia González.

Entendimos que ser mujeres afrodescendientes suele ser un juego de contradicciones, entre ser personas hipervisibles a través de la hipersexualización de nuestros cuerpos, y a la vez, ser personas sistemáticamente invisibles y excluidas por nuestros estados.

Sistemáticamente nos oprimen con altos niveles de desempleo o con los salarios más bajos pese a nuestros altos niveles de escolaridad. Sistemáticamente nos posicionan en los trabajos informales y en la pobreza multidimensional.

Cómo nos vemos, de donde provenimos (Curundú, Río Abajo, Chorrillo, Colón, Darién, Santa Ana…) y qué apellidos tenemos (así como los míos: Ottey Mc Donald). Sistemáticamente nos niegan la liberación económica, sin pocas oportunidades de ser sujetas de crédito o de adquirir un seguro social.

“Quiero ser libre para andar como quiera”. 

“No se trata de darnos derechos, ya se tienen”.

“Quiero que me den oportunidades para demostrarles que soy capaz”.

“Validarnos y validar las experiencias que hemos tenido.”

“No necesitamos ser, ya somos”.

Son testimonios que gritan ahogadas nuestras mujeres negras que participaron en el estudio de la “Situación de la Mujer Afropanameña” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Instituto Nacional de la Mujer (hoy el Ministerio de la Mujer) realizado en el año 2020.

Al año siguiente dijimos ya no más, pasamos de la indignación a la acción.

Decidimos emancipar nuestra mente a través de esos mismos procesos colectivos que nos enseñaron nuestras ancestras cuando se congregaban los domingos para trenzar sus cabellos y transmitían conocimiento a sus descendientes mediante tradiciones orales.

Lo hacemos creando programas como Hijas de Alkebulanreivindicando el nombre primario del continente africano, espacio donde promovemos el desarrollo integral para, desde y con mujeres afrodescendientes en Panamá. Esto se logra a través de ideas claras sobre nuestra identidad panafricana como punta de lanza para su liderazgo.

Hijas de Alkebulan tiene como antecedente inmediato el encuentro de las activistas Thays Parfait, Lamar Bailey y Argelis Wesley, en el contexto del Certificado de Estudios Afrolatinoamericanos del Centro Hutchins de Investigación Africana y Afroamericana de la Universidad de Harvard. 

El proceso avanzó en la medida que surgían dos intereses específicos, por un lado, la necesidad de presentar el trabajo final del curso y por el otro el de replicar a nivel comunitario lo aprendido, lo que motivó la constitución del espacio donde se unieron, Stephanie Murillo, Itzel McClaren y su servidora, Ninna Ottey. Siendo un grupo intergeneracional diverso dentro de su afrodescendencia.

En la actualidad, hemos impactado a 42 mujeres en edades entre los 18 y 35 años, quienes reivindican su identidad afrodescendiente y reclaman el reconocimiento de nuestras mujeres como María Magdalena Pérez, cimarrona y primera mujer negra en comprar su libertad, Aminta Meléndez prócer del movimiento separatista en Panamá, Sara Sotillo, Juana Criolla, Linda Smart de Chubbs, Gumersinda Páez, Felicia Santizo, Thelma King, Alejandrina Lan, Leonor Jump, Gwendolyn Grinion….y la lista continúa.

Cuarenta y dos mujeres que se atrevieron y confiaron en nosotras, en las capacidades de las facilitadoras y mentoras para fortalecer su educación antirracista. Fue el espacio donde robustecieron su conciencia política para generar proyectos sostenibles; haciéndolas capaces de articular su realidad actual para definir su propio desarrollo y el de sus comunidades: Sankofa, Hathor Women, FunTemi, Los Sueños de Kitri, Nassoumi, SanArte, Las Trestes de Usawa, Reco, Afroclass…Nombres de proyectos comunitarios construidos para alcanzar la autonomía económica y física de nuestras mujeres afrodescendientes a nivel nacional.

Termino mi intervención citando a nuestra compañera de lucha, Janvieve Williams quien plantea que:

“Es un proyecto inspirador que cambia vidas, crea un impacto grande, y tiene una mirada global. Hijas de Alkebulan, a través del tiempo, será sostenible, alentador, intergeneracional y sobre todo un proyecto que lucha por la cultura del respeto.”

 A todas mis mujeres afrodescendientes en la sala, sigamos creando y demandando nuestro derechos y nuestros espacios. Participemos en el desarrollo para que podamos incidir para sanar, incidir por la justicia y legislar por la humanidad.

Después de todo, cuando las mujeres negras trabajamos juntas para la liberación, todas las personas de esta sociedad se benefician.

¡Ubuntu!

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Sobre la autora

Soy Ninna Ottey. Consultora y comunicadora experta en Comunicación de Moda y Marketing Digital.

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